Santiago Prieto, el Director Técnico de la Comunidad de Labradores y Ganaderos de Almendralejo, analiza uno de los graves desafíos que enfrenta el campo en la Comarca de Tierra de Barros, especialmente por la falta de mano de obra cualificada, un problema que amenaza la viabilidad de cultivos tradicionales como el olivar y la viña. Con un panorama económico y laboral cada vez más complicado, Prieto destaca la necesidad de una respuesta inmediata por parte de las administraciones públicas, que deben facilitar soluciones como el alojamiento para los trabajadores del campo y promover políticas que garanticen la sostenibilidad del sector agrícola en la región.
¿Cómo ves el futuro del campo extremeño en los próximos años?
En la Comarca de Barros el panorama no es nada prometedor. La situación es extremadamente complicada, ya que, además de los problemas estructurales como la crisis y los precios fluctuantes que hemos sufrido durante años, ahora se suma un asunto crucial que hemos venido denunciando desde la Comunidad de Labradores en las últimas campañas: la falta de mano de obra.
Cuando hablamos de trabajos que requieren una especialización, como los de la viña y el olivo, que demandan cierta preparación y experiencia, la realidad es que esa escasez de mano de obra está limitando gravemente nuestra capacidad de trabajo.
¿Cuáles pueden ser las consecuencias de esa falta de mano de obra?
Estamos viendo cómo muchos agricultores están abandonando sus tierras o incluso arrancando viñedos, algo que ya está ocurriendo en la actualidad. Además, el olivar tradicional está entrando en un proceso de abandono o semi-abandono. En las últimas campañas, muchos agricultores han dejado de realizar trabajos esenciales en olivos de aceituna de mesa, como los de la variedad manzanilla, típica de la Tierra de Barros. Basta con recorrer el campo para ver cómo cada vez hay más tierras productivas abandonadas, un fenómeno que lleva ocurriendo varias campañas. Muchas plantaciones de olivar tradicional están siendo arrancadas debido, principalmente, a la falta de mano de obra, aunque también influyen otros factores, como los precios, que en muchos casos hacen que la actividad sea insostenible.
Con la viña ocurre lo mismo. La escasez de mano de obra es también un problema muy serio, y al final el agricultor se ve obligado a centrarse en lo que le resulta más productivo. Sin embargo, si las labores no se realizan correctamente, como la poda, esto puede afectar de forma significativa a la cosecha.
No obstante, las cifras del paro no son precisamente bajas. ¿No debería haber gente dispuesta a trabajar en el campo?
Llevamos años oyendo hablar de las elevadas tasas de paro, pero parece que no hay gente dispuesta a trabajar en el campo, ni en la construcción ni en la hostelería. Nosotros necesitamos trabajadores que quieran desempeñar su labor en el campo, sean autóctonos o no, y que estén dispuestos a hacerlo en condiciones dignas, como no puede ser de otro modo. Si no encontramos respuesta entre la población autóctona, debemos considerar otras alternativas, como ya se ha hecho en otras zonas del país, por ejemplo, en la provincia de Huelva, donde han logrado resolver el problema de manera efectiva.
¿Qué solución propondrías?
En primer lugar, es imprescindible que las administraciones locales, autonómicas y estatales se impliquen y lleven a cabo cambios normativos necesarios. Sin embargo, con la situación política actual, parece casi imposible que logren ponerse de acuerdo. Mientras tanto, el agricultor intenta buscar soluciones dentro de su propia empresa, adaptando sus cultivos o abandonándolos si no le queda otra opción. Es una pena, pero esa es la realidad. En los próximos años, y en un plazo muy corto, estamos convencidos de que la situación empeorará considerablemente, a menos que las administraciones públicas actúen y ofrezcan alternativas viables. Porque lo único que el agricultor busca es rentabilizar su actividad y proporcionar empleo digno, no otra cosa.
¿Qué pueden hacer las administraciones públicas para mejorar la situación?
Las administraciones tienen en sus manos frenar la decadencia que el campo sufre. Y un buen ejemplo lo tenemos en Huelva, donde han resuelto el problema del alojamiento para los trabajadores del campo. Las administraciones deberían colaborar con los empresarios, proporcionando alojamiento para los trabajadores extranjeros dispuestos a trabajar en el campo, siempre respetando las normativas. No todos los agricultores tienen la capacidad de contratar personal en origen o asumir los gastos de desplazamiento, especialmente las pequeñas y medianas empresas, como las que predominan en la Tierra de Barros. Resolver el problema del alojamiento para estos agricultores sería un paso importante, y las administraciones deben ser las encargadas de buscar una solución. Podrían ofrecer alojamiento a cambio de una contraprestación económica por parte de las empresas, pero siempre con el objetivo de cubrir las necesidades de mano de obra. Esta sería solo una parte de la solución, pero un paso crucial para garantizar que nuestros campos sigan siendo productivos y las explotaciones rentables.